Sunday, April 03, 2016

POBREZA Y CAPITALISMO SENIL (1)



Para el marxismo (o sea, para la ciencia) la pobreza se identifica con la condición de obrero. Un pobre es un obrero. Si se tiene trabajo que remunere el valor de su fuerza de trabajo, es decir, que le permita sobrevivir, será un pobre virtual, si no tiene, será un “pobre real”” [Eduardo Sartelli

La crisis sistémica ha conllevado a un “paro de masas” y a la creación de una nueva categoría que se denominan “trabajadores pobres”. Algo ha cambiado para que la pobreza se haya extendido hasta grados inasumibles. Precisamente la pobreza actual no se puede desligar del paro estructural que sufren las sociedades desarrolladas. Una pobreza que la ideología dominante criminaliza y por consiguiente echa las culpas a aquellos que la sufren

Ya en Renta básica y trabajo afirmaba que “desde el neoliberalismo lo de menos es la responsabilidad social”. Para el neoliberalismo la responsabilidad social consiste en maximizar el beneficio, ya que para la empresa este no es más que un instrumento del accionista, que es no- propietario. No podemos olvidar que dicha ideología ha construido su propia neolengua donde al “individualizar” las relaciones sociales ya no se habla ni siquiera del trabajador, sino que se introducen términos como capital humano

Por otra parte, cuando habla de liberalización no está hablando más que nos decían aquellos defensores del liberalismo económico del siglo XVIII. Pero aquel liberalismo, que pudo ser progresista en sus comienzos, en la época del “capitalismo senil” no puede significar otra cosa que la desregulación del mercado de trabajo y a la vez el debilitamiento del poder sindical.

¡QUÉ MERCANCÍA?

El capitalismo es un sistema económico que consiste en la producción y venta de mercancías para sacar un beneficio. Veamos solo la primera parte del enunciado. Y nos encontramos con la realidad de que las “mercancías” no se producen sola. Un coche, un avión, un reloj no se “autoproduce”, sino que necesita de alguien que lo produzca. Este ser (que no es capital humano) es una persona que tiene la “capacidad de trabajo”; con la salvedad de que para que esto ocurra se necesita del capital que lo contrate. Siguiendo a Eduardo Sartelli nos encontramos que “el capitalista contratará al obrero para realizar su actividad (trabajar) con sus (del capitalista) medios de producción. Ese contrato incluye una compra-venta: el obrero vende al capitalista una cantidad determinada de su capacidad de trabajo, no su trabajo, que es el resultado de la actividad de trabajar y pertenece al capitalista porque compra todos los elementos necesarios: los medios de producción, pero también la capacidad para trabajar

A esta “capacidad de trabajo” es a la que denominamos Fuerza de Trabajo. El capital (sea privado o público) no compra trabajo, sino que compra la “capacidad de trabajo”; es decir compra la fuerza de trabajo para que produzca mercancías. Es una falacia el hecho de que el trabajo [asalariado] sea algo que no dependa de las relaciones sociales. Y en consecuencia la “administración pública” que sustituye el papel del empresario, lo que está haciendo no es otra cosa que “competir” con el capitalista con todo lo que esto conlleva. 

El liberalismo clásico (Loke) y por tanto toda la ideología revolucionaria burguesa propugnaba igualdad y libertad (en el frontispicio de la revolución americana y francesa se nos decía que “todos nacemos libres e iguales”) y se construía la teoría del contrato. De aquí que a nivel económico se nos presentaba que en el mercado contrataban dos personas libres y que era el mercado el que conseguía el equilibrio. Ni que decir como ha quedado dicha concepción en la ideología neoliberal.

Es verdad, nuestras sociedades se basan en el contrato. Ahora bien, situación queda coja en los términos que relatamos. Porque además del mercado se da lo que conocemos como la organización. Como ya dije en Renta Básica y trabajo nuestras sociedades funcionan a partir de una contractualidad que asume una dualidad: la individualidad y el entre- todos (como bien desarrolla Jacques Bidet). Sin embargo, lo que me interesa con esto es defender el hecho de que las “relaciones no se dan entre iguales”, o, dicho de otra forma: que las relaciones son asimétricas. Que frente a la contractualidad interindividual que es la que se produce en el contrato entre individuo y empresario, existe una contractualidad central que se superpone y determina a la otra. Por tanto, la relación salarial entraría dentro de estas coordenadas. Es decir, que, si bien “el trabajador y el capitalista son hombres libres e iguales a nivel interindividual, la relación nunca es simétrica, sino más bien asimétrica”.

PARO DE MASAS Y POBREZA

A partir de los 80 el EB y, por lo tanto, el pacto keynesiano que lo sustenta, recibe un duro golpe y es sustituido por otro tipo de política económica (monetarista). Pero para que se produjera el triunfo de dicha política entre otras cosas era necesario que el proletariado fuera derrotado. La venganza de Tatcher después de la “Huelga de los mineros” es el inicio para la conquista de la hegemonía político y cultural de lo que hoy conocemos como neoliberalismo.

El capitalismo va construyendo su propio “espacio geográfico”. ¿qué estamos diciendo? Tan solo me remito al caso español. La década de los 80 se estabiliza el EB. Un Estado débil y que se se construye a partir de un pacto social a la salida de una dictadura. Un Estado que se construye cuando en toda Europa se estaba produciendo precisamente un asalto a los cimientos del mismo. En dicha época el capitalismo europeo se enmarca en una nueva división internacional del trabajo. Dicho hecho supone en el Estado español una desindustrialización, cuyo caso más fragante fue el cierre de AHM. Se desindustrializa grandes regiones convirtiéndolas en un eral.

A la vez el capitalismo internacional divide al Movimiento Obrero. El capitalismo busca otro nuevo modelo productivo. Es lo que se conoce en economía como la flexibilidad. Otro termino maravilloso de la nueva neolengua. Un término que podemos definir como “la supresión de todas las coacciones legales y de todas las rigideces sociales, la relación de todas las prácticas colectivas, e individuales con el único fin de volver más fluido y más rápido el proceso de reproducción del capital, al que en adelante nada debe obstaculizar” [BHIR]

El capitalismo quiere un trabajador flexible, pero esto significa incertidumbre y el pacto keynesiano (basado en una serie de derechos) lo hacía imposible. Fue preciso acabar con esos derechos y volver a “mercantilizar” la fuerza de trabajo. Volveremos más adelante sobre esto. Lo que interesa ahora es afirmar que con lo dicho se estaba lanzando un torpedo en la línea de flotación de las relaciones sociales.

Con la flexibilización del trabajo se consigue que el colectivo de los trabajadores estalle y que su segmentación se agrave. Lo que se consigue con el nuevo modelo es la fragmentación de la clase obrera que lleva a distinguir tres grupos de trabajadores: a) El núcleo central que es relativamente estable, cualificado, bien remunerado; b) la periferia que comporta dos grupos, los asalariados a tiempo completo y poco cualificados y la masa flotante de “precarizados” Pero esta nueva política económica implementada desde las instituciones (contractualidad central) exige un derecho positivo que lo legalice. Exige que el mercado de trabajo no tenga trabas…….
Javier Méndez- Vigo.