La Renta Básica, un camino para encontrar el futuro
(Este artículo se publicará próximamente en los Cuadernos de Renta Básica)
Puede
parecer paradójica la propuesta de una Renta Básica de carácter
universal como derecho de ciudadanía, en este momento de depresión
económica, cuando se recortan todo tipo de derechos económicos,
políticos y sociales. Pero precisamente por causa de la crisis
capitalista, algunos pensamos que éste es el mejor momento para hacerlo.
Por varios motivos. Los primeros de carácter solidario, presentan la
exigencia de que todo ser humano tenga los recursos suficientes para
desarrollar su vida en plenitud. En un momento en que grandes capas de
la población española y europea se hunden en la miseria, se hace
necesario remediar la situación de los más pobres. Se deben resolver las
situaciones desesperadas por razones humanitarias, pero sobre todo para
evitar conflictos sociales y catástrofes mayores: es de sobra conocido
que sólo una sociedad justa y solidaria puede vivir reconciliada y en
paz. La actual deriva capitalista puede conducirnos a catástrofes
similares a las que acontecieron en la primera mitad del siglo XX.
La segunda clase de razones son de índole económica, y contemplan la
Renta Básica como un instrumento para el desarrollo social, superando
las estructuras económicas del capitalismo. Voy a centrarme en estos
últimos, fundándome en la crítica marxista. La actual crisis económica,
que era previsible desde los parámetros del materialismo científico,
muestra las debilidades del sistema de mercado y sólo se resolverá
aboliendo el liberalismo económico. Sin embargo, podemos afirmar que la
civilización capitalista he entrado en una fase terminal por causa de la
crisis ecológica, que podemos vislumbrar para el siglo XXI; ésta pone
la superación del capitalismo sobre el horizonte histórico de la
humanidad actual. Es dentro de ese contexto que debemos pensar la Renta
Básica en sus efectos sobre el orden social y el desarrollo histórico.
¿Qué papel jugará la Renta Básica y cómo puede aplicarse para superar
el sistema de la explotación del trabajo y la tierra, avanzando hacia la
emancipación humana? Una objeción típica a la Renta Básica es que sin
estímulos para el consumo, los trabajadores no querrán trabajar. Como
consecuencia no se producirán bienes económicos y entraremos en una
espiral de inflación y pobreza, generalizadas y cada vez mayores.
Subyace a este argumento una visión alienada del trabajo humano, pero
incluso así tiene la ventaja de mostrarnos una estructura básica del
modo de producción capitalista. Como muestra Marx en su análisis de la
economía política capitalista, los empresarios llevan a los trabajadores a las fábricas con el látigo del hambre.
Quiere decir esto que la carencia de recursos para sostener su vida, la
absoluta desposesión a la que se ven sometidos los proletarios,
constituye la más poderosa coerción para obligarles a ponerse a
disposición de los empresarios, vendiendo su fuerza de trabajo en el
mercado a cambio de un salario.
Imaginemos que no existe esa
coerción. ¿Qué instrumento podría utilizar el empresario –o una clase
dominante equivalente- para explotar a los trabajadores? ¿El más puro
autoritarismo, la disciplina más férrea, el fascismo más atroz? Bajo la
dictadura franquista en España, donde el mercado de trabajo estaba
severamente limitado porque los trabajadores tenían casi garantizado el
puesto de trabajo de por vida, el control de la clase trabajadora se
hacía mediante su encuadramiento en los sindicatos fascistas a través de
una fuerte represión social, como bien se recordará. Este ejemplo nos
lleva a pensar que la propuesta de Renta Básica –que va más allá de la
garantía del trabajo al prover de los bienes necesarios para la vida-,
nos coloca frente a una disyuntiva histórica. La superación del
capitalismo, ¿nos llevará a un nuevo sistema de clases? ¿Cómo podríamos
garantizar la producción económica? ¿Tendríamos que volver a una especie
de esclavismo, donde el amo sostiene la vida del esclavo en propio
interés? ¿O bien se podría progresar más allá de la sociedad capitalista
hacia un modo de producción fundado en la abolición de las clases
sociales?
Creemos que la Renta Básica debe constituir un
mecanismo de desarrollo social hacia una economía alternativa en una
sociedad más justa, tal vez la piedra angular de una economía socialista
postcapitalista. Pero, ¿bajo qué condiciones debe articularse para
poder jugar ese papel revolucionario? No se trata sólo de reivindicar la
Renta Básica como un derecho fundamental de la ciudadanía, que
garantice las necesidades básicas a todos los miembros de la sociedad,
sino de ir más lejos, comprendiendo sus efectos sociales y previendo sus
aplicaciones posibles e imposibles, deseables o bien indeseables. Desde
el marxismo concebimos la economía como una ciencia, capaz de servir a
los objetivos de la emancipación humana. De otro modo, queriendo
implantar de buena fe una renta de estas características, podríamos
acabar en un rotundo fracaso que nos hiciera retroceder hacia estadios
más bárbaros todavía –y no sería la primera vez que pasase algo así.
Propongo un breve análisis del papel económico que la Renta Básica
habría de jugar en una sociedad socialista. En primer lugar, señalar que
el tipo de racionalidad instrumental propia del socialismo es inversa a
la racionalidad capitalista. El capitalismo se rige por el criterio de
eficacia, la multiplicación de las mercancías en el constante
crecimiento de la producción. El incremento del PIB es condición
indispensable del buen funcionamiento de la economía de mercado, y el
sistema entra en recesión desde el momento mismo en que deja de crecer.
Pero cuando el desarrollo de la civilización industrial moderna está
alcanzando los límites del planeta Tierra, se hace necesario transformar
en profundidad el sistema económico si es que la humanidad debe
sobrevivir en el futuro.1
En cambio, el socialismo deberá fundarse en la eficiencia, es decir, en
el ahorro de los medios utilizados para conseguir el bienestar humano.
El modelo de ese futuro puede ser la República de Cuba, que ha sido
capaz de alcanzar un importante desarrollo humano manteniendo la
sostenibilidad de su economía.2
Por poner un ejemplo, mientras que un médico capitalista es un
trabajador altamente cualificado, que tiene unas remuneraciones elevadas
para gastarlas en llevar un alto nivel de vida consumiendo a tenor de
sus rentas, el médico cubano realiza misiones médicas en todo el mundo
por unos rendimientos salariales muy modestos, que son índice de un
nivel de consumo muy austero. Las utilidades producidas por el
médico cubano son similares, o incluso mayores, a las producidas por el
médico que ofrece sus servicios en el mercado; pero el coste es mucho
menor.
Dejo de lado, momentáneamente, el problema de la
libertad, que se plantea de modo diferente en ambos sistemas. Antes
debemos aclarar un concepto que se ha introducido en el texto: subrayo
la palabra ‘utilidades’. Proviene del liberalismo progresista del XIX,
pero concuerda con los fundamentos marxistas del análisis económico. A
mi juicio ese concepto debe orientar las investigaciones económicas para
la superación del capitalismo; viene expuesto en la sección primera,
volumen primero, de El Capital de Marx, titulada ‘Mercancía y
Dinero’. Se estudia aquí la distinción entre valor de uso y valor de
cambio. Mientras que la economía de mercado se basa en el valor de
cambio, realizado a través del dinero y contabilizado por unidades
monetarias, el análisis económico nos descubre el valor de uso como
auténtico significado de la producción humana. Buena parte de las
anomalías que produce la economía capitalista, deriva de estar centrada
exclusivamente en el factor mercado y el valor de cambio, ignorando que
el dinero es un instrumento para el bienestar humano, no el objetivo de
la producción. La producción económica es creación de valores de uso
para la vida humana, pues queremos trabajar para vivir bien, y no para
la valorización del capital.
En la contabilidad económica de la
ciencia mercantil, el valor de uso desaparece en virtud del valor de
cambio –del mismo modo, que el capital parece producir la riqueza
sustituyendo al trabajo en el imaginario colectivo-. Los precios, como
medida del valor económico de las mercancías, determinan los procesos
económicos independientemente del valor de uso. El dinero y sus flujos
se convierten en agentes fundamentales de la producción, desvalorizando
el trabajo humano y sus capacidades creadoras. Con el fetichismo de la
mercancía se nos aparece la riqueza como un fruto del dinero y el
mercado, y no como el producto del trabajo humano o como disponibilidad
de la naturaleza terrestre. Pero la actual evidencia no muestra que el
hiperdesarrollo de los mecanismos de intercambio en el mercado –dinero,
capital financiero y comercial, instrumentos crediticios, etc.-, es
responsable de habernos traído hasta esta situación insostenible.
El dinero no se come, no calienta, no abriga, no viste, etc., sólo
sirve para adquirir los objetos que se comen, calientan, abrigan,
visten, etc. Por tanto una Renta Básica, que no es más que dinero, no
resuelve los problemas de la vida cotidiana: lo que la gente necesita
para vivir está producido por el trabajo humano, o bien generado
gratuitamente por la naturaleza, y lo que necesitamos es una
organización justa de la producción y la distribución de los valores de
uso; en caso contrario, los ciudadanos podrían encontrarse con una Renta
Básica formulada en términos monetarios con la que no se podría comprar
nada, porque no habría nadie para producir los valores de uso que se
pueden adquirir con ella.
Así que debemos profundizar más en
estos conceptos para comprender qué tipo de Renta Básica podrá resolver
el problema de alcanzar un nuevo modo de producción. Como se ha
señalado, una economía alternativa tendrá que fundarse en la producción
de valores de uso. Los teóricos de la Economía del Bienestar, que
predominó en los países desarrollados durante los años centrales del
siglo XX, recurrieron al concepto de ‘utilidad’ (de Bentham y Stuart
Mill), explicando con éste la producción económica de la época, que
combinaba la regulación económica del mercado con la intervención del
Estado. Las utilidades representan la producción económica del sector
público, que no se rigen por la ley del beneficio en los intercambios
mercantiles. Sin embargo, esa reforma de la economía de mercado no
abolió el desarrollo insostenible a largo plazo que caracteriza al
capitalismo: explotación de los trabajadores y de la tierra,
imperialismo y distribución injusta de la riqueza, destrucción de la
vida en el planeta tierra, etc. Los mecanismos básicos del Estado del
Bienestar continuaron siendo los mismos que los del mercado liberal, y
el beneficio capitalista privado constituyó una condición imprescindible
para el buen funcionamiento del sistema. Por eso cuando llegó la
depresión –por causa de la primera crisis de petróleo en los años 70- y
los beneficios empresariales disminuyeron, comenzó el desmantelamiento
de la Economía del Bienestar que dura hasta nuestro días.
Por
tanto, una teoría económica que tome en cuenta los valores de uso ya ha
existido en la economía desarrollada, aunque sea de forma incompleta. Y
además también existen sectores económicos en los que predomina la
producción de valores de uso sobre la producción de valores de cambio.
Fijémonos por un momento en el papel de las mujeres en nuestro sistema
social. Por el mero hecho de ser mujer asume una serie de actividades
–que bien podrían catalogarse de trabajos-; éstas forman parte de su
personalidad y no son remuneradas por el mercado: cuidado de la familia,
atención a ancianos y enfermos, preparación de alimentos, limpieza del
hogar, creación de un ambiente agradable para la vida cotidiana,
educación primaria y socialización de los hijos, etc. En resumen, toda
la reproducción de la fuerza de trabajo, gastada en la producción
económica, está encomendada a las mujeres y se realiza de forma
gratuita. Es verdad que se puede considerar que esa actividad económica
está incluida en el salario de los varones; pero no deja de ser cierto
que esos valores de uso no están mercantilizados en el capitalismo.
La producción de valores de uso por la fuerza de trabajo femenina en la
sociedad patriarcal, es un ejemplo de una economía, llamada doméstica,
que si bien está subordinada al orden del sistema capitalista, no
depende directamente del mercado, ni del dinero y el valor de cambio.
¿Podría generalizarse esta forma de producción económica a gran escala,
para constituir un modo de producción alternativo al capitalismo?
¿Cuáles serían las condiciones para que se pudiera desarrollar tal forma
económica? Tenemos que añadir lo obvio: que la sociedad ejerce un grado
de violencia sobre las mujeres, para que asuman el rol que tienen
asignado. Como sucede en casi todas las instituciones sociales, este
sector de la economía combina la coacción y el consenso entre los
estímulos para la actividad productiva. Las investigaciones realizadas
bajo el paradigma feminista bien pueden arrojar luz sobre esta cuestión.
La producción de valores de uso fue también el eje de la
planificación económica socialista en los países de la antigua órbita de
la URSS. Aquí se plantearon varios problemas, unos teóricos –la
complejidad del cálculo matricial necesario para coordinar la producción
a gran escala-, y otros prácticos –la rigidez de las estructuras
burocráticas encargadas de organizar la producción, como consecuencia de
la aparición de una capa social privilegiada de burócratas y directores
de empresas socialistas, una nueva clase social en definitiva-. La
garantía que ofrecía el sistema de tener cubiertas las necesidades
básicas, poseyendo los bienes necesarios para el desarrollo de la vida
individual, dependía de un régimen tiránico e relativamente ineficaz. La
superación del reino de la necesidad no conducía al reino de la
libertad. Y el desarrollo del marxismo en ese contexto estuvo deformado
por los condicionamientos políticos de aquellas sociedades.
Tenemos, por tanto, algunas experiencias que nos pueden ayudar a
entender lo que buscamos: una forma de producción de utilidades o
valores de uso, que sea independiente del mercado y sus valores de
cambio. En todas ellas hemos podido percibir la existencia de algún tipo
de coacción o restricción de la libertad, y debemos preguntarnos si
existe alguna forma de eliminar esa coacción a través del desarrollo de
la consciencia personal o de clase, es decir, de la dimensión social del
ser humano. En la reivindicación de la Renta Básica late un contenido
utópico que nos promete alcanzar el Reino de la Libertad, superando el
Reino de la Necesidad. Pero no podemos ilusionarnos con promesas vanas,
sino entender los verdaderos procesos históricos que nos hacen avanzar
en la liberarión humana.
El problema de la libertad es complejo.
La ideología liberal que impulsa el desarrollo capitalista, interpreta
la libertad como actividad económica mercantil sin coerciones, libertad
para los empresarios. Es un concepto de libertad que no puede interesar a
la clase trabajadora, que por el contrario se ve sometida a una
explotación capitalista; la Renta Básica ofrece una libertad económica
muy superior a los trabajadores, pero deja sin resolver el problema de
la organización del trabajo. Como demuestra la experiencia histórica, la
enorme complejidad de la división del trabajo en las sociedades
desarrolladas no se resuelve con buenas intenciones. La propuesta
comunista exige un avance moral de la humanidad al tiempo que se
desarrollan las capacidades tecno-científicas y productivas: un
desarrollo de la conciencia humana en los valores de la solidaridad y la
justicia, una mayor responsabilidad personal, mejores formas de
comunicación, publicidad y transparencia social, información científica
contrastada, etc. Para ello hace falta también un desarrollo de las
instituciones sociales, que sean capaces de satisfacer todas esas
condiciones de complejidad, y además superar las estructuras jerárquicas
en la organización social, caminando hacia lo que algunos autores han
denominado ‘hiper-complejidad’.
Caminar hacia una nueva
economía socialista, tiene como condición subordinar la economía
monetaria de los intercambios a las necesidades cotidianas de las
gentes. Constituir una economía fundada en el valor de uso, será al
mismo tiempo rebajar la importancia transcedente del dinero en la
economía capitalista. Es aquí donde aparece la Renta Básica como un
mecanismo para yugular la fuerza del mercado, en una de sus principales
ramas: el mercado de fuerza de trabajo, donde los trabajadores
encuentran empleo a sus habilidades a cambio del salario para poder
vivir. Eso significa que los trabajadores ya no tengan que trabajar
acuciados por el hambre. Gracias a disponer de los recursos necesarios
para la satisfacción de sus necesidades básicas, los trabajadores ya no
necesitarán vender su trabajo a un capitalista que les pague el salario
establecido. Los propietarios del capital pierde una de sus principales
herramientas de dominación.
Más todavía; establecer la Renta
Básica será un intento de transformar el dinero, que es hoy en día el
símbolo y la medida del valor de cambio, en una unidad de cuenta que
represente los derechos ciudadanos al disfrute de los valores de uso
fundamentales para la vida humana. Al distribuir el dinero entre los
ciudadanos, destruye su función de medio para el intercambio de
mercancías y el sometimiento de los trabajadores desposeídos.
Simplemente contabiliza los derechos económicos que cada ciudadano
tenemos por el mero hecho de serlo: alimentación, vivienda, vestido,
educación, cultura, salud, seguridad, etc. Sirve de ese modo al objetivo
de establecer una ciencia económica no capitalista y una producción
fundada en la creación de valores de uso, al mismo tiempo que el mercado
pierde su fuerza coactiva para someter a los trabajadores a la cadena
de la producción explotadora.
Es claro que la producción
económica debe seguir para que la humanidad pueda sobrevivir. Y no es
tan difícil imaginar que los ciudadanos produzcan los bienes que
necesitan gracias a una capacidad consciente fundada en la cooperación y
la solidaridad social. Tal vez en los primeros momentos sea necesario
algún grado de coacción social para garantizar la producción de valores
de uso. Pero el factor que nos conducirá a una sociedad más justa,
consistirá en apreciar más a los seres humanos y menos al dinero.
1 Como dice José Iglesias en su libro Consumo y crecimiento, no. Capitalismo, tampoco. Interpretación crítica sobre el decrecimiento y el consumo responsable,
no se puede poner a dieta a la bestia capitalista. Es necesario
encontrar otro modo de producción, cuya forma de desarrollo sea
sostenible ofreciendo un verdadero futuro para la humanidad.
2 El Informe Planeta Vivo,
de ADENA-WWF, señalaba en el 2008 que Cuba es el único país del mundo
en mantener un alto desarrollo humano –según los parámetros de la ONU-,
siendo al mismo tiempo sostenible ecológicamente –según los parámetros
de ese Informe-. En un Informe Planeta Vivo más
reciente 2010 se muestra como la reciente evolución de la economía
cubana hacia el mercado, aumenta el desarrollo humano, pero la saca
fuera del marco de la sostenibilidad.
Miguel Manzanera Salavert, Rebelion
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