“Para el marxismo (o sea, para la ciencia) la
pobreza se identifica con la condición de obrero. Un pobre es un obrero. Si se
tiene trabajo que remunere el valor de su fuerza de trabajo, es decir, que le
permita sobrevivir, será un pobre virtual, si no tiene, será un “pobre real””
[Eduardo Sartelli
La crisis sistémica ha
conllevado a un “paro de masas” y a la creación de una nueva categoría que se
denominan “trabajadores pobres”.
Algo ha cambiado para que la pobreza se haya extendido hasta grados
inasumibles. Precisamente la pobreza actual no se puede desligar del paro
estructural que sufren las sociedades desarrolladas. Una pobreza que la
ideología dominante criminaliza y por consiguiente echa las culpas a aquellos
que la sufren
Ya en Renta básica y trabajo afirmaba que “desde
el neoliberalismo lo de menos es la responsabilidad social”. Para el
neoliberalismo la responsabilidad social consiste en maximizar el beneficio, ya
que para la empresa este no es más que un instrumento del accionista, que es
no- propietario. No podemos olvidar que dicha ideología ha construido su propia
neolengua donde al “individualizar”
las relaciones sociales ya no se habla ni siquiera del trabajador, sino que se
introducen términos como capital humano
Por otra parte, cuando
habla de liberalización no está
hablando más que nos decían aquellos defensores del liberalismo económico del
siglo XVIII. Pero aquel liberalismo, que pudo ser progresista en sus comienzos,
en la época del “capitalismo senil” no puede significar otra cosa que la desregulación del mercado de trabajo y a
la vez el debilitamiento del poder
sindical.
¡QUÉ
MERCANCÍA?
El capitalismo es un
sistema económico que consiste en la
producción y venta de mercancías para sacar un beneficio. Veamos solo la
primera parte del enunciado. Y nos encontramos con la realidad de que las
“mercancías” no se producen sola. Un coche, un avión, un reloj no se
“autoproduce”, sino que necesita de alguien que lo produzca. Este ser (que no
es capital humano) es una persona que tiene la “capacidad de trabajo”; con la salvedad de que para que esto ocurra
se necesita del capital que lo
contrate. Siguiendo a Eduardo Sartelli
nos encontramos que “el capitalista
contratará al obrero para realizar su actividad (trabajar) con sus (del
capitalista) medios de producción. Ese contrato incluye una compra-venta: el
obrero vende al capitalista una cantidad determinada de su capacidad de trabajo, no su trabajo, que es el resultado de la
actividad de trabajar y pertenece al capitalista porque compra todos los
elementos necesarios: los medios de producción, pero también la capacidad para
trabajar”
A esta “capacidad de
trabajo” es a la que denominamos Fuerza
de Trabajo. El capital (sea privado o público) no compra trabajo, sino que
compra la “capacidad de trabajo”; es decir compra la fuerza de trabajo para que produzca mercancías. Es una falacia el
hecho de que el trabajo [asalariado] sea algo que no dependa de las relaciones
sociales. Y en consecuencia la “administración pública” que sustituye el papel
del empresario, lo que está haciendo no es otra cosa que “competir” con el
capitalista con todo lo que esto conlleva.
El liberalismo clásico
(Loke) y por tanto toda la ideología revolucionaria burguesa propugnaba igualdad y libertad (en el frontispicio de la revolución americana y francesa
se nos decía que “todos nacemos libres e iguales”) y se construía la teoría del
contrato. De aquí que a nivel
económico se nos presentaba que en el mercado
contrataban dos personas libres y que era el mercado el que conseguía el
equilibrio. Ni que decir como ha quedado dicha concepción en la ideología
neoliberal.
Es verdad, nuestras
sociedades se basan en el contrato. Ahora bien, situación queda coja en los
términos que relatamos. Porque además del mercado
se da lo que conocemos como la organización.
Como ya dije en Renta Básica y trabajo
nuestras sociedades funcionan a partir de una contractualidad que asume
una dualidad: la individualidad y el entre- todos (como bien desarrolla Jacques Bidet). Sin embargo, lo que me
interesa con esto es defender el hecho de que las “relaciones no se dan entre
iguales”, o, dicho de otra forma: que las relaciones
son asimétricas. Que frente a la contractualidad
interindividual que es la que se produce en el contrato entre individuo y
empresario, existe una contractualidad
central que se superpone y determina a la otra. Por tanto, la relación salarial entraría dentro de
estas coordenadas. Es decir, que, si bien “el trabajador y el capitalista son
hombres libres e iguales a nivel interindividual, la relación nunca es
simétrica, sino más bien asimétrica”.
PARO
DE MASAS Y POBREZA
A partir de los 80 el EB
y, por lo tanto, el pacto keynesiano
que lo sustenta, recibe un duro golpe y es sustituido por otro tipo de política
económica (monetarista). Pero para
que se produjera el triunfo de dicha política entre otras cosas era necesario
que el proletariado fuera derrotado. La venganza de Tatcher después de la “Huelga de los mineros” es el inicio para
la conquista de la hegemonía político y cultural de lo que hoy conocemos como neoliberalismo.
El capitalismo va
construyendo su propio “espacio
geográfico”. ¿qué estamos diciendo? Tan solo me remito al caso español. La década
de los 80 se estabiliza el EB. Un Estado débil y que se se construye a partir
de un pacto social a la salida de una dictadura. Un Estado que se construye
cuando en toda Europa se estaba produciendo precisamente un asalto a los
cimientos del mismo. En dicha época el capitalismo europeo se enmarca en una
nueva división internacional del trabajo.
Dicho hecho supone en el Estado español una desindustrialización,
cuyo caso más fragante fue el cierre de AHM.
Se desindustrializa grandes regiones convirtiéndolas en un eral.
A la vez el capitalismo
internacional divide al Movimiento Obrero. El capitalismo busca otro nuevo
modelo productivo. Es lo que se conoce en economía como la flexibilidad. Otro termino maravilloso de la nueva neolengua. Un
término que podemos definir como “la
supresión de todas las coacciones legales y de todas las rigideces sociales, la
relación de todas las prácticas colectivas, e individuales con el único fin de
volver más fluido y más rápido el proceso de reproducción del capital, al que
en adelante nada debe obstaculizar” [BHIR]
El capitalismo quiere un
trabajador flexible, pero esto
significa incertidumbre y el pacto keynesiano (basado en una serie de derechos)
lo hacía imposible. Fue preciso acabar con esos derechos y volver a
“mercantilizar” la fuerza de trabajo. Volveremos más adelante sobre esto. Lo
que interesa ahora es afirmar que con lo dicho se estaba lanzando un torpedo en
la línea de flotación de las relaciones sociales.
Con la flexibilización
del trabajo se consigue que el colectivo de los trabajadores estalle y que su
segmentación se agrave. Lo que se consigue con el nuevo modelo es la fragmentación de la clase obrera que
lleva a distinguir tres grupos de trabajadores: a) El núcleo central que es
relativamente estable, cualificado, bien remunerado; b) la periferia que comporta
dos grupos, los asalariados a tiempo completo y poco cualificados y la masa
flotante de “precarizados” Pero esta nueva política económica implementada
desde las instituciones (contractualidad central) exige un derecho positivo que
lo legalice. Exige que el mercado de trabajo no tenga trabas…….
Javier
Méndez- Vigo.
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