Sunday, November 13, 2016

RENTA BÁSICA Y NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES



En la década de los 90 se instaura, en la Comunidad Vasca, lo más cercano a lo que denominamos la Renta Básica (RB): la Carta Social. Este nuevo “derecho económico social” respondía a una reivindicación de los distintos movimientos social, que, frente a los sindicatos de clase, luchaban por la instauración de ese derecho de ciudadanía.

Siempre hemos defendido la necesidad de dicho derecho, y lo hemos defendido inclinándonos por un modelo fuerte del mismo. Un derecho que permite la emancipación social y que creemos que debe ser conquistado por la colectividad y desde la sociedad civil, a pesar de ser un derecho individual
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Movimientos Sociales y Sindicatos

En plena Revolución Industrial apareció en Gran Bretaña el movimiento conocido como el cartismo. El movimiento obrero aparecía en la escena política reivindicando no sólo sus derechos económicos, sino también los políticos. En dicha etapa los sindicatos son movimientos sociales que buscaron el espacio público para ejercer el demos. Movimiento social, que junto a los primeros partidos de izquierda consiguieron desenmascarar al capitalismo naciente.

Con el tiempo el sindicalismo entra a formar parte del aparato del estado, sus direcciones se encuentran inmersos en el juego “democrático” de justificación del capitalismo. El mismo León Trotsky en un excelente análisis confirma que “hay una característica común, en el desarrollo, o para ser más exactos en la degeneración, de las modernas organizaciones sindicales de todo el mundo; su acercamiento y su vinculación cada vez más estrecha con el poder estatal” [Los sindicatos en la era de la decadencia capitalista]

Aunque no es el tema de este post, hay que decir que el análisis de Trotsky continúa siendo vigente en la etapa del capitalismo tardío. Pero a esto se debe añadir ahora el “abrazo a la ideología burguesa”. Ya no se utilizan los conceptos de clase, aceptando el neolenguaje burgués de globalización o mundialización. Sus direcciones burocratizadas se ven inmersas en la rueda de la maquinaria capitalista, no hablando ni propugnando ninguna alternativa al sistema, prefiriendo refundarlos para que tenga un “rostro humano”.

Es verdad que se han atisbado distintos movimientos que el pretenden que el sindicalismo recupere su carácter de clase; desde los Cobas, hasta las distintas luchas sociales del movimiento obrero (Delphi, Puertollano, la TBM, etc.)

Frente a lo dicho y ante la internacionalización del capital bajo el dominio de la ideología neoliberal han aparecido nuevos proletarios: los trabajadores pobres se encuentran sin derechos. Pero,además, nos encontramos con los “invisibles”, los “marginados”, los “excluidos”.

Nuevos Derechos

A lo largo del último tercio del Siglo XX, los Nuevos Movimientos Sociales reivindican una serie de nuevos derechos, entre los que sobresalen el derecho a la Renta Básica. Sin embargo, dicho derecho va a encontrar detractores, incluso en la “izquierda radical”. Daniel Bensaid nos dice que los defensores fervientes del “derecho de ciudadanía” o “asignación universal” provienen de otra perspectiva. Ya que defienden que sería necesario la emergencia de un sector “cuaternario” no mecanizable, de trabajo libre y de la integración social por las actividades socializantes por excelencia [ChristopheAguiton, Daniel Bensaid, Le retour de la question sociale]

Detrás de la crítica existe una parte de razón, ya que en principio los defensores del nuevo derecho pretendían sustituir la lógica productivista por la lógica de la actividad. Ahora bien, esto es lo que defendían los seguidores “liberales”, y por tanto los defensores de un “modelo débil” de la Renta Básica. La crítica tenía razón en el sentido de que no se puede separar la conquista de este nuevo derecho de la existencia del mercado de trabajo y de todo lo que ello conlleva. Por consiguiente, nunca se puede tomar la RB como un fin en si mismo. Por dicha razón, D. Bensaid concibe la RB como una especie de caridad frente el desempleo. Y vuelve a tener razón en su crítica al modelo débil liberal cuando en una obra posterior afirma que:  “En una lógica liberal, los ejercicios del cifraje de una asignación universal que sustituya a los mínimas sociales conduce a institucionalizar una nueva  plebe de excluidos, abocados en el mejor de los casos a la RMI y a los juegos televisados. La zanahoria de la renta universal se transforma entonces en máquina de guerra contra la seguridad social” [Daniel Bensaid, Le sourire du Spectre]

Este debate va a llegar hasta nuestros días. Debate entre un nuevo derecho y/o derecho al trabajo. Desde nuestra perspectiva no son contradictorios y diríamos incluso que podría llegar a ser complementarios en un programa económico radical. De todas formas, si el debate se produce, quizás sea porque desde la izquierda todavía nos encontramos inmersos en una lógica que no debería ser la nuestra. Y porque además estamos confundiendo el trabajo con el trabajo asalariado. Hemos aceptado la “lógica del capital” y la idea de la posibilidad de que algún día puede volver lo que durante los Años Glorioso del pacto keynesiano conocimos como “pleno empleo”.

Podríamos hablar de cómo ha evolucionado el “trabajo asalariado”; como un capitalismo senil ha “flexibilizado las relaciones sociales. Lo que ha supuesto un asalto al “bienestar” y una dejación de funciones por parte del Estado. Por decirlo de otra manera, de cómo una contractualidad central ha erosionado los derechos hasta convertirlos en mera caridad. El “derecho a la existencia” ha sido supeditado completamente al derecho sacrosanto de la propiedad. Este capitalismo senil ha hecho que el fordismorompa unilateralmente el “compromiso social” creando zonas de incertidumbre y de riesgo. Una ruptura que ha supuesto ante todo una profundización de las relaciones capitalistas produciéndose un punto de “no retorno”. Quizá por esto algunos economistas radicales [marxistas] opinan que es imposible la vuelta al “pleno empleo”. Es lo que nos dice Michel Hussonal final de uno de sus artículos: “El retorno a un capitalismo regulado (fordista, o keynesiano) es imposible sobre la base material, a saber, los incrementos de productividad superiores a su media histórica, están fuera de su alcance. El capitalismo neoliberal no ha conseguido llevar a cabo una nueva adecuación entre sus exigencias propias y la estructura de la demanda social. Por lo demás, la mundialización obstaculiza la coordinación entre las burguesías basada en algún tipo de compromiso hostil a las finanzas” [La teoría de las ondas largas y la crisis del capitalismo contemporáneo]

Este capitalismo senil ha desestabilizado la relación salarial, inclinando la balanza hacia otro tipo de relaciones que profundizan la dominación y el sometimiento del proletariado. Aunque no sea el eje de este post, queremos decir que el capitalismo senil ha profundizado la división entre el proletariado, creando nuevas capas que aparecen sin derechos: nos estamos refiriendo a lo que ya se conoce como el precariado.

Esto hace aparecer otro tipo de conflictividad en las relaciones sociales. El capitalismo se aprovecha atacando a la colectividad [al sindicato] y profundizando la individualización de las relaciones. El ataque al sindicalismo de clase se basa en la falacia de afirmar que aquellos “sólo defienden a los trabajadores fijos”. Por otra parte el capitalismo se aprovecha a su vez para chantajear al sindicato y a los trabajadores fijos, acusándoles de ser unos “privilegiados”.

La Lucha por la Renta Básica

Todo este proyecto del capitalismo tardío ha conllevado a erosionar las relaciones y a un retroceso de los derechos sociales. La creación de un desempleo estructural conduce a la ideología neoliberal (hoy dominante) a recurrir a la economía neoclásica, sobre todo a Malthus; a su concepción antropológica. Llegando a culpabilizar al parado. El parado es la “clase marginal”, la que puede ser excluida. Se vuelve invisible a esa clase obrera Y qué mejor que enfrentarla a la ola de “trabajadores pobres”. Y esto tiene un objetivo fundante para la nueva sociedad: “la cruzada neoliberal pasa por negar la existencia de la propia clase trabajadora, que durante tantos años ha luchado por sus derechos como una auténtica fuerza política. Para ello, se utilizan mensajes como el que dice que “todos somos clase media”. Naturalmente, ese “todos” excluye a las personas más desfavorecidas, que no podrían en ningún caso ser consideradas clase media por su situación, a todas luces marginal… La imagen que se venden sobre los pobres es que tienen un comportamiento irresponsable y reprobable que no se ajusta a los estilos de vida aceptados que comparte la respetable clase media” [Isabel Torre, La criminalización de la pobreza al servicio del neoliberalismo].

Es normal que dicha situación fuera a estalla. La socialdemocracia, desde la década de 1980 intenta remediar esta situación mediante la institucionalización de la Renta Mínima de Inserción (RMI), que son “subsidios familiares y condicionados a una contraprestación”. Subsidio que no superaba ni la “trampa del paro” ni la “trampa de la pobreza”.

La situación en el Reino de España todavía ha sido peor. No hay que olvidar que cuando la socialdemocracia francesa (en los 80) introduce la RMI la vincula a otra política de la izquierda como es la RTT. Cosa que no ocurrió por estos lares. Además, el Estado de las Autonomías resolvió que dicha política dependía de las distintas autonomías y no del Estado. Por otra parte, en parte por la nueva división del trabajo, que aceptamos con nuestra entrada en la UE, nuestra estructura productiva es más débil que países como Francia. Quizás por esto la flexibilidad del mercado laboral creó más distorsiones profundizada por las ETTs. Nuestra inserción en el mercado internacional permitió una bajada salarial profunda con la precarización de la vida.

Era preciso que llegara el enfrentamiento. La aparición del precario supone “un trabajo sin derechos, con incertidumbre y riesgo”. Los derechos laborales en peligro de extinción. De ahí que en el momento de la aparición del 15M y más tarde el 22M se abriera el horizonte. Las cosas ya no pueden continuar igual. Los indignados ocupan el espacio público exigiendo nuevos derechos ya que no son mercancías.

Desde esta perspectiva de los Nuevos Movimientos Sociales podemos hablar de nuevos derechos. Pero siempre partiendo que ni la Renta Básica ni el Trabajo Garantizado son la panacea, ni son un programa económico. Ya  Juventud Sin Futuro tenía clara las cosas cuando en su lucha contra el capitalismo senil defendían que  frente a este modelo de capitalismo basado en la especulación, se debe reivindicar que el acceso a la vivienda digna, entendido como alojamiento y no como propiedad, sea un derecho universal, reclamable y equiparado a otros derechos fundamentales como la educación y la sanidad

Es verdad que la RB tiene y tendrá detractores. Pero consideramos que todo puede cambiar. De hecho así ha sido. Pensadores marxistas como Alex Callinico, después de criticarla, sobre todo porque no consideraba que el “Principio de Diferencia fuera un principio de justicia adecuado para fundamentarla. Al mismo tiempo en su libro “Un Manifiesto Anticapitalista” vincula la introducción de la RBa toda una plataforma política entre la que incluye: la reducción de la semana laboral, el restablecimiento de los controles de capital y la defensa de los servicios públicos

Pero incluso en el panorama político español los compañeros de los círculos Podemos Por el Socialismo siguiendo el lema de Renta Básica o empleo vincula también la introducción de la RB a todo un programa económico entre lo que destacan: repudio de la deuda pública, reparto del empleo sin rebaja salarial, supresión de la precariedad, escala móvil de salarios, nacionalización de la banca y sectores estratégicos de la economía, etc.

En conclusión decir, que concebimos la RB como un nuevo derecho de ciudadanía que puede terminar con la pobreza. Un derecho que justificamos desde una teoría de la justicia más universal que la representada por la Teoría de la Justicia de Rawls. Nos referimos a una Teoría de la Justicia Social incluya tanto la justicia política, como la justicia social único modo de conseguir una libertad real que ponga los medios para una participación política en democracia.

Javier Méndez-Vigo


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